martes, 17 de junio de 2008

¿Y nosotros qué?




Es cierto, escribir algo sobre el conflicto campo-gobierno a esta altura, cuando ya se ha dicho tanto, parece absolutamente innecesario y superfluo; pero bueno, igual vale la pena el intento por tratar de brindar otra mirada sobre esta crisis que pone al país en una situación de River-Boca interminable. Parece increíble que un conflicto que debería haberse resuelto en un par de días, ya lleve 98 días, y lo que es peor aún, todavía no se vea ninguna puerta de salida.


Las Coincidencias.

Ambos sectores en conflicto las tienen, y son muchas y más trascendentes que las diferencias. Vale recordar que el origen de la crisis más estúpida que haya vivido el país, es la pugna por acaparar una porción más o una porción menos de la enorme torta que conforma la renta agraria. Todo lo que vino después es pura escenografía y maquillaje, intento por darle contenido y sustento al egoísmo y la irracionalidad que ambos sectores mostraron desde el principio. Volviendo al tema de las coincidencias, lo primero que hay que remarcar es que antes del actual conflicto, el gobierno y los ruralistas compartían el modelo agropecuario, y que actualmente, en plena pugna, lo siguen haciendo. Para ser más claro, es necesario decir que durante estos años ambos convivieron en medio de grandes cosechas y mejores precios, ambos pusieron su parte para que la sojización avanzara a pasos agigantados. Así, el gobierno se enriqueció (basta mirar las reservas federales y recordar el pago al FMI), y por supuesto, también se enriquecieron los productores que fueron quedando.

Las Consecuencias de las Coincidencias.

Durante todos estos años se perdieron más de 100.000 explotaciones agropecuarias; hubo un proceso de concentración de la tierra inaudito, llegando hoy a la situación de que solamente 2.000 firmas tienen bajo su control 20 millones de hectáreas, de las 35 millones que se siembran en la Argentina; se deforestaron más de 120.000 has en el Chaco, 220.000 has en Santiago del Estero, y 170.000 has en Salta. Estos son sólo algunos datos de una lista muy larga. Demás está decir que como consecuencia del actual modelo agropecuario se produce menos carne, menos leche, menos arroz, menos frutas, menos hortalizas, menos de todo. Es indiscutible que la sojización es una de las razones fundamentales de la crisis alimentaria que vive el país. En todo esto estaban de acuerdo, al menos tácitamente, el actual gobierno y las entidades del campo.
También es justo hacer una aclaración: la Federación Agraria viene denunciando todo lo enumerado anteriormente desde hace varios años. Lamentablemente hay que decir que en estos tres meses parece haber tirado por la borda todo el trabajo que se venía realizando.

Las preguntas.

¿Qué pasa si mañana el gobierno vuelve las retenciones al 10 de marzo? ¿Las entidades rurales se van a seguir acordando de las economías regionales, del federalismo y la mar en coche? ¿Qué pasa si mañana las entidades rurales deciden poner fin al conflicto y ceder en la protesta? ¿El gobierno va a empezar a trabajar en la delineación de un nuevo modelo productivo, con mayor diversificación, y menos concentración, tomando como uno de los ejes la soberanía alimentaria? ­­­­¿Qué pasa con las multinacionales? ¿Alguna vez podremos librarnos de estas enormes aspiradoras de dinero que son las grandes ganadoras del actual modelo agropecuario? ¿Alguien tiene la intención y el valor de tocar sus intereses?

Nuestra responsabilidad.

La única acción que debiéramos haber tomado todos los que miramos este conflicto desde atrás del alambrado, es haber salido a exigir rápidamente una solución. En lugar de ello salimos apurados a tomar partido por uno u otro sector, porque así estamos acostumbrados a pensar y actuar, en blanco o negro, cuando en realidad ni el gobierno ni los ruralistas pensaron en nosotros ni un ratito. Harto sabido es que los primeros en pagar por las crisis somos los sectores bajos y medios bajo de la sociedad. Pagamos al contado y sin tutela las consecuencias de las crisis que generan los poderosos cuando tironean por sus ganancias. Más de uno puede decir, y con razón, que si parte de la renta agraria queda en el estado, esta es una forma de redistribuir la riqueza. Esto es cierto, siempre y cuando ese dinero llegue efectivamente para solucionar los problemas de los más desposeídos; y siempre y cuando ese dinero se utilice para generar mejores oportunidades de vida. Ambas cosas parecen, en esta Argentina actual llena de codicia y egoísmo, bastante improbables.

Martín González – Huerta Cooperativa "La Higuera"

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